martes, 17 de octubre de 2017

SHARKNADO, A PROPÓSITO DE LA NECESIDAD DE UNA SERIE B CONTEMPORÁNEA…



Muchos dicen que la serie B ha muerto.

Que ya no es posible. 

La casi desaparición de los videoclubs y los autocines, los monopolios casi exclusivos de las grandes distribuidoras, o Internet, han reducido al mínimo el espacio de la serie B, que ya no puede ser rentable…

Eso dicen.

Eso sentencian.
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Muchos se empeñan siempre en tratar de enterrar lo que no entienden, o lo que les estorba. Para muchos “cinéfilos de pro” la serie B es algo superfluo, inútil, incluso detestable.

Ellos se mantienen en sus torres de marfil, endiosados en su elitismo, regodeados en su cine para gourmets “ombliguistas”, tomándose tan en serio que terminan convirtiéndose en una farsa grotesca.

Hablan o escriben de cine como si fuera su propiedad privada. Únicamente es válido su criterio. Y, en su soberbia, no entienden. No comprenden, en su realidad completa, el fenómeno cinematográfico. 

El cine es arte, pero también artesanía. Y, por supuesto, industria. Que el cine no podría entenderse, ni explicarse en su conjunto sin Godard, Kurosawa o Hitchcock, pero tampoco sin Castellari, Waters, Fulci o Corman

Pero la realidad es obstinada. Algunos ya doblaban campanas por la serie B, esbozando unas sonrisas maléficas que escondían, en el fondo, enormes complejos de inferioridad. Y, entonces, surge algo… Un fenómeno que tambalea sus argumentos, que tuerce sus gestos, que desprecian y, a la misma vez, temen.

La irrupción de la saga SHARKNADO, más allá de los sentimientos que genere entre los aficionados, supone una revitalización de una forma de hacer cine que, para muchos, es prescindible. Pero que sigue siendo absolutamente necesaria. Y, por supuesto, posible.

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En 2013, una película producida para TV, interpretada por viejas glorias televisivas venidas a menos, con tiburones digitales y con una trama delirante, se convierte en un fenómeno de masas, rompiendo esquemas y dogmas.

Y el castillo de naipes que muchos habían construido, se cae irremediablemente.

Tras 5 partes en 4 años, la saga más twitteada de la historia, ha abierto una grieta. Una grieta por la que comienzan a colarse muchas historias que parecían condenadas a la invisibilidad o a la indigencia.

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Desde luego pueden dar mucho de sí unos tiburones voladores, realizados por ordenador, un Ian Ziering (el archifamoso Steve de Sensación de Vivir) emulando al Bruce Campbell de la trilogía Evil Dead, empuñando una motosierra y destripando escualos en las alturas, cual Superman de la casquería… 

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El romanticismo ha vuelto. O quizá nunca terminó de irse.

Y siempre habrá resentidos que continúen agitando banderas de intransigencia. Siempre habrá debates. Que si celuloide o digital. Que si streaming o pantalla… 

El integrismo siempre necesita enemigos. En su “sagrada cruzada” de la pureza pierden la esencia. Y la razón.

Quien se acerca al cine con prejuicios terminará engullido por una espiral de intolerancia. Y ese es el primer paso para la autodestrucción…

Nosotros, dejémonos llevar por lo que parece imposible. Destruyamos los altares y, simplemente, disfrutemos del cine, sea cual sea, donde sea, y como sea…

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