Hay
un personaje, convertido en icono popular en su país, al que le tengo una
especial consideración y, por qué no decirlo, un sincero cariño: EL SANTO, EL ENMASCARADO DE PLATA.
Éste
es el nombre artístico, y con el que pasado a la posteridad, del luchador mexicano
Rodolfo Guzmán Huerta, convertido,
gracias al cine, en una de las grandes figuras de la cultura mexicana del siglo
XX.
El Enmascarado de Plata trascendió el espectáculo de la lucha
libre mexicana, dónde representaba unos valores y principios nobles que el cine
supo aprovechar para convertirlo en un superhéroe que se enfrentaba a todo tipo
de peligros, enemigos y amenazas para salvar a la humanidad.
Las
películas del Santo
son clásicos del cine mexicano. El luchador combatió contra vampiros, momias,
monstruos, alienígenas o zombies pasando por todo tipo de aventuras y
desventuras excéntricas y siempre exageradas, y que, a pesar de sus bajos
presupuestos, y magras pretensiones artísticas, siempre resultaban ser
productos entretenidos y ciertamente disfrutables.
Transitando
por múltiples géneros (desde el fantástico al cine de acción, el cine negro o
el thriller) su éxito trascendió las fronteras de su país de origen,
adquiriendo una enorme popularidad en otros lugares de Iberoamérica o Europa.
Un fenómeno, sin duda, único e irrepetible, surgido en una época en que aún era
rentable el cine de bajo presupuesto, tan grato para esos espectadores de
sesiones dobles que lo convirtieron en un verdadero mito.
El
Santo protagonizó 52 películas, a lo
largo de una carrera que se extiende desde 1958, fecha de su primera película “Santo contra Cerebro del Mal” hasta
1982, año en que se estrena su última producción “La furia de los karatecas”. Una dilatada trayectoria que incluye un
buen puñado de largometrajes que fueron éxito de taquilla no sólo en México, sino
en casi toda América Latina, algunos países europeos, e incluso en algunos
lugares tan distantes como Líbano o Turquía (país éste último especializado en
hacer versiones baratas, para su autoconsumo interno, de éxitos internacionales
y que, cómo no, también hizo su propia versión del Santo, "3 Dev Adam" (Tres Hombres Poderosos). En ella un
supuesto Santo une fuerzas con el Capitán América para combatir la ola de
crímenes desatada por una versión del Hombre Araña, quién en esta película
aparece como un supervillano.
Algunos
de sus títulos más emblemáticos son: “Santo contra los zombis” (1961),
estrenada siete años antes que el celebérrimo film de George A. Romero “La noche de los muertos vivientes”
(1968), “Santo, el enmascarado de Plata contra la invasión de los marcianos”,
“Santo
vs las momias de Guanajato” (1970), “Santo contra la hija de
Frankenstein” (1971) o “Santo y Mantequilla Nápoles en la Venganza
de la Llorona” (1974), aunque para este humilde blog cualquier película
de su filmografía merece ser visionada con el mayor de los entusiasmos y el
mínimo de prejuicios…
Sin
duda alguna, a pesar del ostracismo en que ha caído su larga figura en la
actualidad, el cine mexicano no podría considerarse en su totalidad sin las películas
del Santo,
sin todo lo que le ofreció y le aportó. Cine más cercano a la serie B que al
cine comercial, que supo convivir con éste, y que, seguramente, ayudó a que la
cinematografía mexicana alcanzara un lugar destacado en el panorama
cinematográfico mundial, lugar del que se aprovechan sus cineastas actuales,
por mucho que, algunos, renieguen de esa parte (romántica y gloriosa) de su
historia audiovisual…
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